Eran tiempos nefastos. Yo acababa de llegar de un Chile que le había prometido al mundo la revolución de Allende y nos había dado, en cambio, la asonada de Pinochet, y creo que se me notaba las muchas y recientes muertes, y Tomás lo entendió enseguida y me ofreció también de inmediato su cariño.Read More
"Cualquier cosa que necesites", me dijo, y hallé en él una generosidad que nunca cesó hasta el día de su propia muerte. Me armaba reuniones en su casa con corresponsales holandeses y curas revolucionarios y montoneros esquivos y siempre bien regadas con vino y pasta y carnes.
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