A pesar de las reivindicaciones, a pesar de la insistencia en que ella era tan brillante como todos sus amigos ilustres (¿o no fue Borges el que la llamó “genial” antes que nadie, la destacó y al mismo tiempo la congeló?), hay algo todavía menor en Silvina Ocampo (1903-1994). Serán las luces altas que la rodearon en vida: fue la hermana menor de Victoria Ocampo, la esposa de Adolfo Bioy Casares, la amiga de Pepe Bianco, Borges, Wilcock. Favorita de críticos y escritores, más estudiada que leída, todo contribuye a aislar a Silvina Ocampo en una cajita de marfil. Una cajita en la que ella, naturalmente, guardaría mariposas clavadas en alfileres. Escribía Alicia Dujovne Ortiz: “¿Qué son los cuentos de Silvina sino pequeños sepulcros adornados con plumas y piedritas, rituales de niña mala que ha matado un insecto y le rinde honores?”. Lo decía pensando en la amistad íntima entre Silvina Ocampo y Alejandra Pizarnik, dos mujeres raras, como afiebradas.Read More
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Latin American Literature
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